sábado, 27 de agosto de 2011

Tengo diarrea

La peor diarrea del mundo. Sufro de diarrea verbal. Para los que no saben de lo que hablo… Pues bien, no puedo callar. Pero no para hablar por hablar. Sino para hablar de todo lo que pasa por mi cabeza. Para mis padres esto debe de ser un lujazo, excepto cuando precisamente por eso, hago voto de silencio. Pero eso es otro asunto. 

Hablo, grito, río, lloro. Depende de mi estado anímico. Pero sea cual sea lo demuestro. No puedo evitarlo. Si estoy feliz, se me ve la sonrisa radiante e incontenible hasta a un kilómetro de distancia. Si algo me inquieta no sería capaz de sonreír ni siquiera un poco en toda la tarde. Si algo me duele… las lágrimas corren como bicicletas sin frenos por mis mejillas sin que yo pueda pararlas o disimularlas al menos. 


Pero esto no es lo peor. Lo peor es cuando se trata de mis secretos  y mis pensamientos más íntimos que por culpa de mi diarrea pasan de ser íntimos a ser algo fácil de percibir. Y eso me convierte en alguien predecible para todo aquel que me conoce. Y eso hace que me odie todavía un poco más -si es que eso es posible- . 


Quiero dejar de hablar. Callar. Enmudecer por un momento. Y no volver a pronunciar tu nombre en vano. Porque eso solo hace que vea tu cara, oiga tu risa y huela tu olor. Y eso no ayuda. Pero es algo que quiero remediar no solo por mi, sino por todos aquellos que tienen que aguantarme día tras día. Esas personas que están ahí para escucharme. No quiero que me escuchen más si es para quejarme. Si es para arrepentirme al de un segundo después de articular palabra. Estúpida yo…


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