viernes, 15 de junio de 2012

Accadde in Italia, 1939

Ella no supo qué pensar. Las letras le dieron golpes en el estómago. No podía ser cierto. Abrió el ridículo portón acristalado de su casa con fuerza haciendo que este rebotara contra el muerto macetero de su madre. Corrió. La lluvia predijo el dolor de su tullido corazón y comenzó a caer para templarlo. Corrió. Al principio volaba. Sus zapatillas de lona resbalaban sobre la superficie desigual del empedrado camino. Su respiración entrecortada dirigía el camino de sus lágrimas. Más lluvia. El pelo se le pegaba en la cara. No veía. La gente, deforme, oscurecida, incolora, la rodeaba a su paso. Chaquetas grises volaban en su mente desfiguradas y teñidas en sangre. La acera dibujaba curvas imposibles por las que sus piernas, cada vez con más dificultad, encontraban reposo. Sus tobillos crujían, camuflados en los truenos, y a su vez sus talones la quemaban mientras el viento le rozaba la piel llevándose su fuerza en forma de dolor. Cuestas, tropiezos, fango, lluvia; cayó violentamente contra el suelo. El cielo por un momento tomó el lugar de la tierra. Y ya solo pudo llorar con la lluvia. Gritos desesperados arrancaban de su garganta al tiempo que miraba la tinta emborronada siendo arrastrada por los llantos del cielo “¿Por qué…?”  Dijo. “Él nunca hizo nada…” Susurró. “¡Él nunca hizo nada!” Gritó al reincorporarse. “¡Llévame a mí con él, sucio fascista, pues juro que vestiré el rojo día y noche!”



                                                                             Accadde in Italia, 1939

No hay comentarios: