Pero todavía lo pienso y es que adoraría sentir la espuma detrás de las orejas, haciéndome cosquillas y oír ese crujir tan característico, sentir como el agua me lleva la contraria al mover los pies, como cuando jugaba de niña. Sentir que poco a poco esta se va enfriando y mi piel se va resintiendo, que mis poros asoman y la espuma al final se escapa.
Tú como las ranas, ciega más que ciega, ahí te quedaste según el agua se helaba, a
la deriva, al borde del desagüe. Pero yo al sentirme como una ballena, ansiando mar salí. Cogí impulso, arrastré todo el agua con la cola, y
salté más allá de nuestra minúscula bañera. Fuera de esa asfixiante sensación,
esa celda. Y seguí siendo esa mole enorme, patosa y estrepitosa, pero fuera de
todo aquello.
Rana de agua dulce, que te quedaste en el intento, cuantas
cosas han pasado y al final todo fue un cuento. Qué gracia, qué sutil, que cruel ¿no? que
nos estuviésemos ahogando en un vaso y que
quisiéramos una bañera. Yo seguiré siendo ballena, con un canto incomprensible, buscaré mi mar, mi océano, cálido y apacible.
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