domingo, 13 de abril de 2014

Agridulce

Quiero llorar. Llorar en silencio, dejar que paralizada por el dolor las lágrimas recorran mi cara una noche más. Que esos tres acordes retornen de la guitarra y seguir llorando otra vez. En la esquina de la habitación bajo la mirada de esas paredes que una vez estuvieron cubiertas de recuerdos y que ahora están desnudas y pálidas.

Dejar que una cortina de pelo enredado esconda mi cara de espanto, que mis brazos quieran desplazar mi caja torácica, romper la columna, dejar que mis cuerdas vocales también se quiebren tratando de murmurar tu nombre en un suspiro imperceptible. ¡Qué nadie lo oiga!

Pero entonces siento tu respiración a mi lado, tus brazos tensos a mi lado, tus tirabuzones, tu risa. Sus chicles. Pero entonces lloraré más, así será. Pero con lágrimas algo más dulces, como cuando todo empezó aquí. Con gotas de agua dulce. Y así serás, agridulce, como el sabor de mi piel, en esa esquina, llena de pelusas, oscuridad y tu mierda.

Nadie verá los pliegues, nadie verá nada en esa esquina, tranquilo, está vez seré capaz de evitar grandes mayores. Y ese manto me cubrirá, quizá semanas, quizá meses e incluso años, desnuda, despellejada. Nadie verá los pliegues, ni oirá tu nombre, en suspiros quedará y mi sonrisa ahí seguirá. Para que el que me mire la vea, y no tenga nada en que pensar. 


Un 13 de abril
2014

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