Quiero llorar. Llorar en silencio, dejar que paralizada por
el dolor las lágrimas recorran mi cara una noche más. Que esos tres acordes
retornen de la guitarra y seguir llorando otra vez. En la esquina de la
habitación bajo la mirada de esas paredes que una vez estuvieron cubiertas de
recuerdos y que ahora están desnudas y pálidas.
Dejar que una cortina de pelo enredado esconda mi cara de
espanto, que mis brazos quieran desplazar mi caja torácica, romper la columna, dejar
que mis cuerdas vocales también se quiebren tratando de murmurar tu nombre en
un suspiro imperceptible. ¡Qué nadie lo oiga!
Pero entonces siento tu respiración a mi lado, tus brazos
tensos a mi lado, tus tirabuzones, tu risa. Sus chicles. Pero entonces lloraré
más, así será. Pero con lágrimas algo más dulces, como cuando todo empezó aquí.
Con gotas de agua dulce. Y así serás, agridulce, como el sabor de mi piel, en esa
esquina, llena de pelusas, oscuridad y tu mierda.
Nadie verá los pliegues, nadie verá nada en esa esquina,
tranquilo, está vez seré capaz de evitar grandes mayores. Y ese manto me
cubrirá, quizá semanas, quizá meses e incluso años, desnuda, despellejada.
Nadie verá los pliegues, ni oirá tu nombre, en suspiros quedará y mi sonrisa
ahí seguirá. Para que el que me mire la vea, y no tenga nada en que pensar.
Un 13 de abril
2014
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