martes, 22 de abril de 2014

Jazz

No me gusta el jazz, pero resulta que a ella sí. Mi madre nunca lo escucha, nunca lo hemos escuchado en casa. Quizá sea por eso. Notas tan largas, desordenadas, a veces desacompasadas. No consigo encontrarle ese sentimiento que dicen, tanto transmite. Qué rabia. Aún así, el piano me sigue gustando en el jazz. A veces tan rápido, otras veces tan pausado y repetitivo... Pero aún así me sigue gustando.

Mi madre tocaba el piano. Mi prima lo ha tocado. Incluso yo era una artista desafinándoselo, dicen. Eso era mi jazz, mamporros en el piano de mi prima. 

Para esa mujer el piano debió de ser una salida. Recuerdo su pelo recogido en un moño mal hecho, un moño que dejaba caer mechones lacios y canos sobre su cara. Recuerdo también sus pasos, cortos con los tobillos hinchados quizá ansiosos por pisar los pedales de aquel piano de nuevo. Sus manos, que quizá buscaban la velocidad sobre las teclas, esa que sus piernas ya le negaban. Su mirada cansada de ojos endurecidos y sus párpados pintados que detrás del atril, me gusta creer, buscaban su mirada. 

Vagamente recuerdo las notas que tocó, vagamente recuerdo aquel hilo de voz con el que cansada cantaba esa canción. Lo que sí recuerdo es todo lo que imaginé al mirarla. Las ganas que retuve por momentos esperando a que tocara y esas lágrimas que se me asomaron. Quizá esa nota, o esta otra, le costó. Quizá de nuevo pasaban millones de imágenes por su mente. ¿Le enseñaría alguien? ¿Tocaría en la iglesia de su pueblo? ¿Aprendería después, cuando el tiempo le sobraba? 

Seguramente ella ni se dio cuenta, pero me hizo infinitamente feliz. Unos minutos de felicidad que me hicieron flotar pero que pronto se condensaron. Era un piano de cola y tengo entendido que no hay nada como tocar uno. Espero que tú, que nunca me conocerás, que nunca leerás esto, disfrutases también de ese instante. Sé que sí, lo vi en tus notas, pero a pesar de ello te lo deseo, de verdad.    


Un 22 de abril
2014

1 comentario:

- dijo...

Creo que sé de lo que hablas :)