miércoles, 30 de abril de 2014

Nada

Nada dura para siempre. Nada es lo que parece. Nada es sincero constante. Nada ha de ser tu todo, pues todo puede no ser nada. Y así sigue la vida ninguneándonos a todos. Nada parecen esos gases que flotan en el aire, invisibles, intangibles, que con cada bocanada de aire que tragamos nos matan un poco más. Memento mori. Nacemos con nada, con nada morimos.

Los días son la muerte a pellizcos y las horas pasan con indiferencia para los dos. Así noche tras noche, noches como esta precisamente, con ese traqueteo tras los oídos, me duermo con los ojos inyectados en sangre y la piel arrugada, siempre las mismas metáforas. ¿Por qué tengo que seguir así aun siendo consciente de lo que esos raíles oxidados hacen con mi vida? 

Me levanto por las mañanas completamente ahogada en la apatía y solo cuando no me siento sola soy capaz de salir a su superficie para respirar algo de realidad, quizá incluso entusiasmo. Me enmascaro sin esfuerzo en sonrisas y palabras almibaradas. Trato de engañarme a mi misma creyendo que el privilegiado es aquel que me conoce de verdad, pero cuánto me cuesta creerlo ahora. Que el privilegiado es aquel que me ve llorar y puede ver algo más allá de las palabras que sollozan vacías y que intento enfrascar en mi cerebro a base de oración. Pero joder, cuánto me cuesta ahora.

No. Qué estúpido, no has sido tú el que me ha hecho esto, desde luego, he sido yo. Habiéndome arrancado esas clavos -que me regalaste con la rutina- que me mantuvieron estática tanto tiempo y cayéndome en este charco lleno de lodo que me quita los colores llegando hasta más allá del sujetador. Hoy se me ha ocurrido, fíjate, que soy aquello que más odias, curiosamente aquello que más me recuerda a ti. 



Un 30 de abril
2014

No hay comentarios: