jueves, 17 de abril de 2014

Equivalente

No sé de quién lo habré oído, no sé quién habrá podido abrirme los ojos o, si por casualidad, fui capaz de hacerlo sola. Claro que no somos iguales. Además de lo evidente, que tú tienes pene y yo tengo himen, ni siquiera podemos ser iguales a todos los demás anatómicamente. A mi, por ejemplo, me falta un músculo útil en el ojo derecho y a mi padre le sobran narices.

Por supuesto que somos diferentes, hay quien es más pálido y quien tiene la piel aceitunada, hay quien tiene ojos azules, verdes, o incluso hay quien los tiene morados porque le apetece. No hay duda de que somos diferentes pues cada uno tiene un modo de ver las cosas, un modo diferente de mirar, un modo diferente de procesar. Y es que no hay un solo punto de vista para algo, no hay una sola descripción de lo que es la amistad, el respeto o un corazón roto.

Pero de lo que más segura estoy, sin duda, es que si hay algo en lo que todos somos iguales, es en el valor. Valor, que no valentía. Y creo que esto es algo que muchos, muchísimos, demasiados, deberían tener en cuenta.

Nada, repito, nada te hace superior o inferior en su defecto a otros. Nada. País, idioma, piel, ojos, bolsillo, móvil, coche, cacho de tierra sobre el que puedes comer, beber y cagar… Vale, pues, ¿Si tengamos la piel que tengamos, el número de orejas, el número de dedos que tengamos somos equivalentes? ¿Por qué yo que soy mujer me siento menos que tú?

A lo que voy, equivalentes del mundo, ojalá pudiéramos vivir al margen de cánones, etiquetas y todas esas fobias que tanto asco me dan. Pero ante todo me gustaría poder aplicar mi teoría a la vida, poder miraros de igual a igual, con o sin tacones, con o sin vestido, equivalentes.  



equi - Elemento prefijo del latín "aequi", igual.

Un 17 de abril
2014

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