domingo, 21 de septiembre de 2014

Terror en el hipermercado

Hoy en "cosas que en mi casa ya están hartos de escuchar" voy a hacer una crítica que podéis calificar como os venga en gana. Y es que esta mañana he ido a hacer la compra de ropa anual y aunque me he levantado con la intención de tomármelo con la mayor calma posible y con un espíritu positivo, como ya es costumbre, he acabado apretando los dientes y llevándome las manos a la cabeza. Como en otras tantas cosas en esta vida, en el tema de las compras todavía me queda mucho que comprender.

Me gustaría apoyar al pequeño comercio, de verdad, pero todavía no he sido capaz de encontrar la manera ya que, bien por falta de tiempo o por comodidad -transporte, acceso,...- muchas veces se me escapa. Vale, no, no valen excusas, pero para qué negarlo, me guste o no en los centros comerciales está todo arrejuntao y accesible. Ahora bien, ese punto a favor y mi lógica se ven aplacados cada vez que entro en uno.

Al salir del parking el ir y venir de la gente ha empezado ya a agobiarme, algo para lo que ya sé que soy especialita y que me tengo que aprender a tragar, así que bueno a callar y palante. He echado un ojo  a mi lista mental de necesidades y he ido a lo más complicado: los sujetadores. Iba siendo hora de cambiar, mi favorito ya estaba demasiado dado de sí. Mi memoria es lo peor en estas cosas y como siempre, he olvidado "mi talla". Y digo "mi talla" porque nunca he estado del todo segura de saber cual es. He cogido el primero a ojo en el apartado de los básicos que estaban de oferta y he entrado en el probador. Comienza la batalla.

Empiezo a agobiarme con el calor de la tienda, la música ensordecedora que no deja pensar, las dependientas demasiado pendientes, esos focos de los probadores, ¿no os veis así como todavía más imperfectas y poco favorecidas si cabe en esos espejos con luces naranjas? Siempre que voy de compras me pasa y todavía no tengo una sólida teoría pero creo que las fotos de modelos retocadas en cada pared y desde luego esas luces no ayudan para nada. ¿No dicta la lógica de cualquier cuerdo que si quieres que compren tus productos deberías intentar que se viesen bien en la clienta en cuestión?

Después de darme cuenta de que no he atinado ni de lejos me he preguntado el por qué de que la percepción de nuestros propios cuerpos a veces diste de ser exacta, pero eso otro día si eso. Salgo y de nuevo me quedo mirando a los modelos básicos y me doy cuenta de que no hay más que un modelo de sujetador reductor contra quince o más modelos de sujetadores que lo aumentan además de que el tallaje de todos por lo general es bastante reducido. Lo cual, como es lógico, me sorprende tratándose de una lencería.

Al final me resigno a preguntar a una dependienta que me aconseja una talla y un modelo más acorde a mis necesidades, no sin antes mirarme con cara de extrañeza cuando le digo que quiero uno "que sujete" porque no sé si es un delirio o de verdad es cierto el sujetador ha perdido el honor a su nombre ya que hace de todo menos eso. Entro y salgo del probador una y otra vez como en una tira cómica y al final dejo que la "experta" invada mi probador para "aconsejarme mejor". Mi aventura concluye con una yo dejando la tienda con las manos vacías porque se niega a pagar lo que cobran por un trozo de tela que no las sujeta.

Pero el día no acaba ahí. Hago un esfuerzo y me recorro el centro comercial entero en busca de al menos uno que convenza. Para mi sorpresa en una de las tiendas en la sección de lencería tienen un amplio abanico de tallaje en sujetadores de los cuales, para variar, hay veinticinco push-up -invento del demonio- y alguno estándar. Tallaje que a una le vuelve loca porque, entre tanta letra y tanto número he acabado confundiendo el francés y se ve que las tienen bastante más pequeñas que en la península. Después de una media hora entrando y saliendo del probador he ido a la caja con lo que parece mi sujetador.

Conclusión: la vida sería más fácil sin haberme acostumbrado a los sujetadores y pudiera directamente ahorrarme ese pastón y no llevarlos.

Lista mental: camisetas y jerseys para el fresco de octubre y posteriores. He empezado por las tiendas a las que acostumbran a ir todas a comprar ropa por si por casualidad sonase la campana. Qué estúpida he sido. Entro y un olor a colonia asfixiante me pega en la cara y la música ya empieza a agobiar, las luces dan sensación de mareo, pero aun así echo un ojo a la tienda en general y veo que ya hay bufandas y botas pero que solo hay pantalones cortos. ¿Habrán desarrollado las clientas de estas tiendas resistencia al frío? De nuevo me centro en buscar jerseys. Pero, atentando otra vez contra la lógica de cualquier cuerdo, los jerseys, son cortos de tejidos finos y poco naturales además de contar todos y cada uno de ellos con unas preciosas y adorables mangas francesas que hacen de todo menos abrigar.

Salgo de la tienda y la experiencia se repite, una y otra vez en cada una de ellas, pero lo más curioso es que una vez cansada, me decido a mirar en la sección de hombre y allí, oh sorpresa, hay ropa de algodón cien por cien, jerseys con manga larga y realmente gordos y agradables al tacto, vaqueros largos, sudaderas con choto, camisetas básicas de colores básicos,... Y entonces recuerdo que mi sudadera favorita es de hombre y me río para mis adentros.

Así que llego a la siguiente conclusión a la que ya llegaba con solo diez años: siendo chico puedes mear "sin problemas" en la calle, puedes llevar pantalones cortos sin depilar, puedes llevar jerseys de los de toda la vida, pantalones y camisetas de algodón y no tienes que comprar sujetadores. Al menos ahora tengo rodilleras y sé que acabaré comprando por internet.


De vuelta a las andadas, así, un poquito, lo justo. 
Sepáis, las bragas no se quedan atrás.


No hay comentarios: