martes, 21 de octubre de 2014

Shelter

Ya he sido capaz de guardar esa foto y esa tarjeta de felicitación. Solo servían para coger polvo en esa estantería junto a la gorra. La de ella es otra historia. El marco estaba roto por una esquina, una vez se me cayó al suelo y recuerdo lo mucho que me dolió. Ahora soy capaz de guardarlo en el armario entre las cajas de zapatos. He sido capaz de darme cuenta de que las cosas cambian, de que las personas cambian, de que la gente te acabará traicionando antes o después o lo que es peor, acabará traicionando tus expectativas.

Qué palabra tan fea, qué extasiante, Haciéndome y, por lo general, haciéndonos ver a las personas como pequeñas salvaciones de nuestro día a día. Pequeños refugios de la soledad, del frío, que creemos estarán siempre templados y nos esperarán con los brazos abiertos. Pero, ay, las circunstancias llegan y les tiran del pelo a las expectativas y estas salen corriendo. Se desvanecen de repente. Creemos que hacen cambiar a las personas pero quizá más bien nos hacen cambiar a nosotros mismos y darnos cuenta de que nuestras necesidades cambian. Nuestras necesidades cambian o bien las empezamos a encontrar verdaderamente.

Es lo que, en mayor o en menor medida yo experimenté. Tuve expectativas desde un principio, como siempre me pasa con todo, pasaron dos años y día a día se iban desvaneciendo aunque de la mano de la esperanza seguían haciéndome creer en todo y en que nada me hacía falta más que vuestro refugio, que nada os haría cambiar, para bien o para mal, que no me harías daño a conciencia. Pero de pronto las circunstancias cambiaron, de golpe, sin aviso, estiraron bien fuerte de mi flequillo y me hicieron despertar, me hicieron reaccionar y me sacaron de golpe de allí.

Y así es como acabé a la intemperie, segura de mis circunstancias pero lejos de las expectativas. Demasiado lejos como para tener esperanza y sintiéndome miserable, helada.

No tardé en encontrar un nuevo refugio, el más cálido de todos, con más expectativas y esperanza. Pero el otoño ya llega y hace más frío. Aquí llega la nostalgia, llama a la puerta con la forma de esas fotografías y me recuerda que la soledad todavía me acompaña en cierta medida. Por pequeña que sea, por mucho que sepa que está en una esquina trémula y asustada a veces llaman las dos y me hacen llorar. Sé que no debo quejarme, sé que hay mil gatos que merecen más que yo. Sé que muchas veces necesito consolarme en las lágrimas de cocodrilo y que muchas veces escribo sin penar; pero ayer guardé el marco en el armario creyendo que así llamaría menos a nuestra puerta y no fue así.

Ahora hay corriente en mi refugio, una ínfima corriente que apenas si se nota. Pero ahora ya sé que está ahí y que me helará de vez en cuando aunque no debiera por ser una milésima parte en mis pulmones.

"Sumergida y bien ahogada en tus palabras" un 27 de agosto

Quién sabe, ahora puedo sentir que os hayáis sentido traicionados por mi. No me pidáis que no le dé más vueltas... Una de los rolling.

No hay comentarios: