martes, 29 de abril de 2014

Mantas

De niña, como todos, creí que mis mantas me protegerían de todo lo que pudiese atacarme en mitad de la noche desde la oscuridad. Ahora, unos 14 años más tarde, espero encontrar un agujero que me lleve a un lugar donde no haya que despertar nunca. Donde pueda seguir nadando y subida en ese tren de mi subconsciente.

Es frustrante no querer dormir para así no poder despertar al día siguiente. No querer afrontar las secuelas del día a día, sin razón alguna además. Sentir que estás sola cuando no lo estás en realidad. Tengo claro que ya escribo para mi y para nadie más cuando digo estas cosas. Para dejar constancia de ello y así empezar a creérmelo y hacer algo al respecto.

En invierno las mantas pesadas son lo mejor. Incluso esa sensación de desequilibrio cuando te levantas. Esos escalofríos en la espalda. Ese invierno en concreto fue genial. Y es que si algo compartimos ahora y compartiremos siempre tú y yo, son los recuerdos. Agradezco todos y cada uno de ellos, pero sobre todos escojo esos atardeceres de invierno a través de los cristales helados y la lluvia. Bajo aquellas toneladas de mantas con olor a palomitas. Cuando dejábamos atrás la nube de vapor en la habitación para encontrarnos con el frío con los pies descalzos.

Porque no odio nada de lo que nos pasó. Odio en lo que te convertí y en lo que tu me convertiste a mi. Fuera de aquellas mantas necesito muchas cosas que no quiero necesitar.


Nous aurons pour nous l'éternité. 
Dans le bleu de toute l'immensité. 

Un 29 de abril
2014

1 comentario:

Javier Copado dijo...

Fantástico.
Tu soledad sigue llamándome. Y que así ocurra muchas más veces, aunque no siempre deje huella escrita... pero sí la dejes tú.

Como siempre, un placer.