jueves, 15 de octubre de 2015

Ocaso

Cuando era niña, las ventanas del cuarto donde dormía mientras pasaba el verano con la familia daban al oeste. Agradecía que los días fuesen más largos y que las noche tardaran más en llegar, que el cielo se tiñese de rojo más despacio. Por aquel entonces los perros me daban miedo y no soportaba la idea de los ladridos o las gatas en celo cuando se colaban en el jardín interrumpiendo la oscuridad con esos ojos brillantes. Envidiaba a mi hermano, que dormía plácidamente a mi lado, que no sufría de ese nudo en el estómago en las horas oscuras mientras que yo, hecha un ovillo, bajo las mantas que creía me protegían, seguía a las sombras de la habitación mientras la luz del pasillo colándose bajo la puerta se movía al compás de la vida.

En mitad de la noche, cuando el baile de luces acababa, solía levantarme en busca de consuelo en los brazos de mi madre, recuerdo. A ella le daba mucha rabia, me acariciaba un rato el pelo y en seguida se quedaba dormida. Pero su seguridad seguía envolviéndome como una nube de vapor mientras yo encontraba su olor en la almohada y poco a poco llegaba al descanso mecida por su respiración y empezaba a ignorar los ladridos,

Ahora el nudo en el estómago no lo causa el ocaso, lo causan mis fracasos. Lo causan todos los silencios que se suceden uno tras otro a lo largo de estos días en los que mis inseguridades han recobrado su forma tangible y que me soplan tras el oído. Ya no hay "ladridos de gatos" son el llanto y la ansiedad los que no me dejan dormir. 

Anoche hacía un frío horrible y aun así volví a sentirme como esa niña en la oscuridad muriéndose de terror y calor bajo las mantas. El nudo en el estómago me apretaba tanto que no podía parar de llorar. Hoy me he levantado agotada con los ojos algo hinchados, he vivido el día en la medida de lo posible y cuando me he quedado sin cosas que hacer, cuando me he dado cuenta de que el nido azul había desaparecido y que no habría ni abrazos, ni almohadas, ni nubes de vapor, algo se ha roto dentro muy dentro y he visto a mi niña.

Está dentro, y hay días en los que después de llorar en la oscuridad me he sentido como la otra que en verano se levantaba por la mañana, desayunaba y corría a la calle a buscar los caracoles. Hoy podría haber prometido que iba a buscar los caracoles en los días secos de verano; que iba a tratar de encontrar la paz en esta batalla conmigo misma y a aprender a vivir a solas con mis errores e inseguridades tangibles. Pero sería como gastarle una broma a mi yo del presente, porque no hay nido azul, porque no tengo sentido, porque no.

En lo que queda de hoy, que no es mucho, solo puedo tapar el nudo en mi estómago con las manos, que nadie lo vea. Solo puedo reír muy alto para que nadie lo oiga. Solo puedo sonreír mucho y ser la niña de los caracoles hasta que pueda apagar la luz y no esperar abrazos, oh no.


If you must mourn, my love
mourn with the moon and the stars up above
If you must mourn,
don't do it alone.

1 comentario:

Manuel Ricardo Castellanos dijo...

Porque como dices, las inseguridades y los miedos cambian, antes, cuando niños, era lo oscuro, allá afuera, lo que se mueve y hace ruido. Crecemos y el miedo crece adentro, los posibles fracasos y los posibles triunfos.

Cambian los causantes del miedo, pero sigue siendo el mismo, lo triste es que ya no hay quien nos cobije con su seguridad, nos damos cuenta que estamos sólos.

Es triste, pero es así para todos, y hay radica nuestra fuerza y nuestro valor como personas, en saber que ya no hay guardaespalda.

Ánimo, y un fuerte abrazo virtual.


Me gusta mucho tu blog, gracias por escribir :)